Recuerdo una infancia feliz pero mesurada; más simple se podría decir.
Mi barrio era bien barrio y había varias familias con chicos de mi edad para hacer "bandas" de amigos con los que jugar todas las tardes después de clases. Como todo barrio tenía su plaza y además era una época en la que por suerte jugar en la calle era moneda corriente, porque no había tantos autos (ni boludos manejando?) y las noticias de raptos de niños se veian solo en películas yankies.
Ese era terreno fértil donde sembrar nuestros escenarios y simular batallas mundiales e intergalácticas, combates dignos de ser televisados en Titanes en el Ring y carreras de autitos en los cordones de las veredas.
Otras veces éramos ayudados por muñecos de He-Man, Mazinger y hasta los Thundercats, para armar historias de los personajes en las que nosotros eramos los directores y protagonistas. Sin embargo, todo eso estaba mesurado y cada uno de nosotros teníamos 1 muñeco que debía ser llevado para que los demás pudieran armar una historia con más que su propio personaje; yo tenía a Skeletor, por ejemplo, mi hermano a He-Man (él era el más grande y ligaba mejor) y había quienes tenían al que tenía resortes en las piernas, a "Manatan" (Man at Arms) e incluso a Sorcerer.
Mi gran envidia y la noticia de un mundo mejor, de la opulencia y la riqueza se presentaba cuando dejaba ese mundo simple y me iba a la casa de compañeritos del primario. Ahí me encontraba con colecciones enteras de He-Man, de Rastis y el mayor de los tesoros inalcanzables para mi, la nave espacial de Playmovil, con una cúpula transparente desmontable, puestos de comando, trajes de astronauta y hasta un R2D2!!!
Claro que no era ese solo juego que estaba en exhibición, sino que también tenían el barco pirata, el castillo y el fuerte... si tan solo tuviera acceso a esas cosas, en lugar de tener que improvisar con maderitas inestables y de formas estúpidamente simples una nave espacial para el único astronauta amarillo que tenía, o un fuerte indio para el único piel roja con su caballo, estructuras que no soportaban siquiera las pisadas de mi papá en el piso de madera de mi casa y mucho menos soportarían una batalla!!!
Luego, con el tiempo, entendí que lo que la falta de chiches no era tal cuando aparecían mis amigos del barrio, mientras que mi amiguito dependía de la visita de otros para poder disfrutar una colección que ya no le bastaba, como todo el oro y los millones no le bastan a quien carece de amor.